Muchas veces las inquietudes de los padres, en relación a sus hijos, giran en torno al hecho que éstos se pueden pasar el día entero jugando y siempre están buscando un momento para poder hacerlo. En ocasiones, este interés de los niños por jugar, que ocupa gran parte de su día, puede hacer que se les tome como niños distraídos o malcriados, por preferir seguir jugando, antes de hacerse cargo de algunas responsabilidades como asearse, limpiar y ordenar su cuarto o hasta comer, pero esto está a punto de cambiar.
Si Ud. reconoce alguna de estas características en su niño, pierda cuidado. Esto puede sonar contradictorio, ya que cuando se piensa en un niño que juega mucho, vienen a la mente imágenes de un niño desobediente y travieso, pero puede que solamente necesite la adecuada supervisión de un adulto para poder adaptar su espacio y tiempo de juego a las reglas y horarios familiares. A continuación, hablaremos de la importancia del juego en el desarrollo del niño y de por qué el jugar debe ser considerado como una actividad fundamental en la construcción de su mundo interno.
¿Quién no ha visto alguna vez a un niño jugar, ya sea con otros niños o hasta solo? Cuando un niño juega, parece encontrarse en un estado de libertad total, en el que se conecta con todo lo que lo rodea y se involucra por completo en lo que está haciendo. Su mente vuela y empieza a jugar con lo que quiera, como quiera. Una escoba puede ser un caballo, una espada e infinitas cosas más, según lo que se le ocurra, según lo que le nazca. La importancia de difundir los beneficios del jugar en la vida del niño, radica en que éste les permite expresarse y desarrollar su creatividad libremente.
Así, mediante el juego, los niños pueden recrear espacios, situaciones y personajes que solo existen en su mundo interno. Tal vez esto tenga que ver con la satisfacción que los niños parecen experimentar al jugar. El juego viene a ser, entonces, una actividad que cobra una importancia más allá de la distracción o diversión que experimenta el niño, pasa a ser un momento en el que él puede expresarse y jugar con sus sentimientos más profundos, plasmándolos en los objetos y la situación misma del juego. Así, a menudo los niños recrean en sus juegos las experiencias que más los han marcado, como en el juego de “la mamá y el bebé”, en quese repite claramente sus propias experiencias de haber sido cuidado, alimentado y sostenido por su madre.
También encontramos juegos que recrean experiencias dolorosas de separación y pérdida, que funcionan como una forma para afrontar el dolor y el miedo que pueden sentir al tener que separarse de sus seres queridos, por ejemplo, cuando deben entrar al nido o al perder una mascota o tener que mudarse. Mediante el juego se crea un intercambio, entonces, entre el mundo interno del niño, sus emociones y la realidad, conformándose así como un ejercicio placentero, que le alivia y enriquece.
Si nos preguntaran por nuestra niñez, seguramente surgiría en nosotros una gran dificultad para recordar muchos de los momentos que vivimos durante nuestros primeros años, cuando jugábamos de chicos y estábamos aprendiendo tantas cosas. Podría haber infinitas preguntas que hoy no podemos responder: ¿Qué nos gustaba jugar?, ¿por qué?, ¿con quién jugábamos? Aunque Ud. no lo crea, estas experiencias casi imposibles de recordar quedan impresas en su mundo interno y conforman una parte importante de su personalidad. Las experiencias gratas y expresivas de juego, las situaciones displacenteras que pasó y logró resolver mediante el juego creativo, todas quedan grabadas como vivencias que lo han nutrido indudablemente para el resto de su vida.
Ahora, que conocemos el valor que cobra el momento del juego para los niños, como una forma de expresar y elaborar sus experiencias más significativas, valdría la pena prestarle mayor atención y tomar en cuenta que el dejarlos jugar, seguir sus juegos e involucrarse en ellos puede ser una forma muy buena de conectarse con el niño y aproximarse a conocer cómo experimenta las vivencias del día a día, acompañarlo y de demostrarle nuestro interés por cómo se siente.