En febrero, mes del amor, es importante cuestionar la creencia que afirma que nuestra media naranja, el amor de nuestra vida aparecerá para completarnos o darnos por fin aquello que sentimos que nos hace falta, . Bastante romántico ¿no?, esta afirmación lleva entrelineas algunos otros mensajes. Los cuales, si no los pensamos con detenimiento podrían tejer y reforzar algunas ideas limitantes a cerca de nosotros mismos.
¿Acaso necesitamos de alguien para ser felices?
Ser responsables de nosotros mismos, a veces parece muy difícil y hasta aterrador. Pues, en la mayoría de casos significaría que nadie aparecerá mágicamente para salvarnos. La pareja no debería salvarnos de nada, ni resolver nuestros conflictos. Si se empieza una relación con tales grandes expectativas, se terminará inevitablemente culpando al otro porque no llenó ese vacío o porque no fue la parte que sentiste que faltaba (tu media naranja).
Si pasamos por alto que nosotros somos los únicos responsables de nuestra felicidad podríamos ir por la vida cambiando de pareja o quejándonos de nuestra mala suerte en el amor, buscando a alguien que encaje, pero no con nosotros sino con nuestra falta de sentido o vacío. Creo fielmente que la iniciativa será siempre resolver nuestra vida sin que nadie lo haga por nosotros y así, tampoco intentar resolver la vida del otro, pues cuando nos hacemos responsables estamos en condiciones de que el otro ocupe el lugar que quiere y puede.
Tú + Yo = Ni tú, ni yo. Un nosotros, un encuentro.
Zarpar en una relación esperando que la pareja resuelva nuestros conflictos, evite nuestro aburrimiento y le dé sentido a nuestra vida, nos lleva a estancarnos en lo ideal o en las expectativas que seguramente habíamos elaborado inicialmente. Este tipo de pensamiento no permitirá que el verdadero poder del amor aparezca, pero cuando tu pareja logra ser en sí misma, hará en ti un cambio, una transformación.
Una vez que se encuentren y se transformen habrán elaborado un “nosotros”. Algo que no es ni tu acompañante, ni tú. Sino el encuentro de ambos mundos completos. Por su puesto, siendo una naranja completa, puedes ofrecer completitud con el otro, y viceversa. Y así, finalmente, en el encuentro pasarla bien, crecer, divertirse o hacer un proyecto juntos.
Ya eres una naranja completa, búscate un mango.