Por Alvaro silva
Algunos matrimonios no son para toda la vida. En ocasiones la separación es la salida más saludable para los miembros de la familia. Muchas veces la presencia de los hijos dificulta la separación, ya que se siente de que están de por medio. Una separación, en buenos o malos términos, no debería poner de por medio los hijos. Los temas de pareja y de parentalidad si bien tienen una fuerte asociación, deben mantenerse diferenciados. Una persona puede dejar de ser pareja, pero los hijos que se tuvieron juntos, siguen siendo tan hijos del uno como del otro. Pero, ¿Qué sucede cuando aparecen más figuras en lo que solía ser una relación de a 3 (papá – mamá – hijo)?
Muchos padres pueden volver a casarse o a salir y convivir con nuevas parejas. Esto puede ser vivido por los hijos como una pérdida, la cual conlleva a un duelo que debe ser elaborado. Puede rememorar la imagen de la familia de origen, junta y feliz, la cual es difícil de aceptar como una realidad perdida y dar espacio a la imagen de sus padres con nuevas parejas extrañas.
Si bien cada caso es único y resulta difícil establecer generalizaciones, la mayoría de las veces la inclusión de un extraño en la familia suele ser un proceso complicado de tramitar para los hijos y que debe ser considerado al momento de establecer un nueva relación de pareja.
Hay que tomar en consideración distintos factores, como la edad del hijo, el género, el tipo de relación con el padre o madre biológico. Un niño de 7 años, afrontará la situación de manera distinta a un adolescente. No será igual el proceso de una hija con una madrastra que con un padrastro. Asimismo, la relación previa, positiva o negativa teñirá esta nueva con ciertos matices.
Es un proceso que toma tiempo, una introducción brusca puede generar mayores sentimientos negativos hacia la pareja y el progenitor. De esta manera el hijo puede sentirse relegado y no tomado en consideración despertando rabia, envidia o resentimiento. El padre o la madre deben preparar el terreno para la presentación de la pareja, introduciéndoles poco a poco una idea acerca de la situación.
La disciplina suele plantear algunas dificultades entre las segundas parejas. La autoridad de la pareja no suele ser aceptada por los niños y sobretodo con los adolescentes. En esos casos el padre o la madre deben establecer las reglas generales y hacerlas cumplir. La nueva pareja debe asumir las normas impuestas por el padre o la madre. En el momento en que deba establecer límites no se estará basando en sus propias reglas sino las que se han establecido previamente por el progenitor, por lo que evita que el niño pueda desacreditarlo.
Hay que escuchar y comprender a los hijos. Muchas de sus reacciones negativas pueden surgir por las ideas de rivalidad entre su padre o madre biológica que ya no está presente y la nueva pareja. Asimismo, también pueden surgir sentimientos de culpa si le cae bien, al sentir que están traicionando a su progenitor. Es importante aclarar que si bien tienen una nueva pareja, estos no están reemplazando a papá o a mamá, que estos últimos siempre serán sus padres y la separación no significa que los quieran menos.
La comunicación es el mejor aliado a tomar en cuenta cuando llega una situación así. Es importante que antes, durante y después de la presentación, como también a lo largo de la relación, el hijo pueda tener un espacio de confianza y sinceridad donde pueda depositar sus reclamos, temores, fantasías y sentimientos. Como padres es importante ofrecerse y presentarse como una figura que acepta y tolera todas estas emociones que irán surgiendo, proporcionándole mayor seguridad. Como todo proceso de cambio, tomará su propio tiempo y hay que respetarlo.