Por Alvaro Silva
En la ficción encontramos múltiples referencias. De Madame Bovary a Rebecca Bloomwood de “Loca por las compras”. “Cuando compro, el mundo se vuelve un lugar mejor, pero luego deja de serlo y debo comprar nuevamente”, confiesa Rebecca Bloomwood en la comedia romántica. Al pensar un poco mas allá, podemos preguntarnos ¿Cómo estaría ese mundo interno que mediante las compras se vuelve mejor, y que necesita ser “mejorado” repetidamente de manera compulsiva?
La sociedad actual nos bombardea de productos, experiencias y ofertas que prometen felicidad y placer. En una sociedad consumista todos somos constantes compradores. Sin embargo, hay elementos que nos permitirían pensar en cuando se cruza la línea de la normalidad hacia la patología. Así, como Rebecca Bloomwood, los compradores compulsivos compran de manera compulsiva, valga la redundancia, debido la búsqueda de la sensación de estar acompañado. Por tanto, podemos pensar que, de base a las compras compulsivas, se encuentra una baja autoestima, sentimientos depresivos y de dependencia que la persona no puede regular de manera adecuada.
Como cualquier adicción, a las drogas, comida, etc. Las compras compulsivas llenan temporalmente un vacío en las personas. En los momentos tempranos de la vida, el infante se siente inundado de emociones y sensaciones incomprensibles, que lo angustian y atemorizan. La madre (o quien ejerza su función) le brinda calma y transforma el ambiente terrorífico en uno satisfactorio. A su vez el infante tolerando cada vez más las ausencias, separaciones y encontrando sus propios recursos internos para poder satisfacer y regular sus emociones. Se podría decir que a medida que crece va construyendo una imagen mental de su mamá, que le permite calmarse a sí mismo como su mamá real lo habría hecho. Fallas tempranas en la construcción de esta representación de cuidado, la persona se ve inundado por una terrible angustia y soledad, frente a la ausencia de recursos para calmarse a sí mismo, debe recurrir a objetos externos. Unos zapatos, relojes, ropa, etc. buscan llenar ese espacio vacío y cumplir la tarea de transformar la angustia en calma. Sin embargo, esto dura poco. A nivel cerebral, con la compra se activan los neurotransmisores del placer. Cuando estos vuelven a bajar, sobrevienen los sentimientos de culpa y vergüenza, los cuales angustian y generan la necesidad de ser aliviados mediante otra compra. Este ciclo se suele dar en silencio y a escondidas de las personas queridas, complicando el cuadro aún más. Muchas veces las deudas pueden llegar al punto de poner en riesgo las necesidades básicas, como el perder la casa o ahorros para comida y salud.
Es importante estar atento a las conductas de consumo de nuestros seres queridos cercanos en quienes podamos advertir cierta impulsividad e imposibilidad para controlar sus compras. Las tarjetas de crédito y compras por internet constituyen factores de riesgo, ya que facilitan la inmediatez de la transacción. Es primordial poder ofrecer ayuda psicológica profesional, para poder elaborar y llenar ese vacío de manera saludable.
- Las compras compulsivas son intentos repetidos de llenar un vacío y encontrar una sensación de calma.
- En el trasfondo suele haber una baja autoestima, sentimientos depresivos y dependencia.
- Carencias emocionales tempranas no permiten a la persona poder calmarse a uno mismo, y se busca la calma en un objeto del exterior.
- Tras la compra sin control, suelen venir sentimientos de culpa y vergüenza, que reactivan la angustia y generan la necesidad de volver a comprar.
- Es importante estar atento a la dificultad para controlar las compras
- Es primordial buscar ayuda psicológica, para poder llenar ese vacío de manera saludable.