Por Karen Schang
Mucho se ha escuchado decir del bullying hoy en día. Sin embargo ¿cuánto es realmente lo que sabemos? El bullying se define como un comportamiento de carácter agresivo que se repite deliberadamente, incluye tanto agresiones físicas como psicológicas, dirigidas a lastimar y dominar a otra persona. Este comportamiento agresivo implica un desbalance de poder que se ejerce a una víctima percibida como “más débil”, es decir, con menos posibilidades de defenderse, con la intención premeditada de causarle daño. Puede ser relacional, es decir, dañar a la persona en sus relaciones sociales o mediante la exclusión social, por ejemplo, generar rumores. El fenómeno más reciente es el cyberbullying, que implica causarle daño psicológico a la persona bajo anonimato por internet.
Usualmente se creía que el bullying era un fenómeno que se daba en la dinámica de dos personas: la víctima y el victimario. Sin embargo, la perspectiva contemporánea considera que los espectadores también formarían parte de este fenómeno. Los testigos de estas conductas intimidatorias incluyen desde las personas que presencian directamente el acoso, hasta los testigos indirectos, que serían las autoridades del colegio o institución, la familia, etc. Estos testigos juegan un rol muy importante en la dinámica del bullying, ya que estimulan o inhiben la conducta del agresor. En ese sentido, muchos de los programas de prevención van enfocados a trabajar con los testigos como rol preventivo.
Ahora, nos preguntamos ¿cualquiera podría ser víctima? ¿Quién podría ser víctima de bullying? En realidad, cualquier podría ser víctima de bullying. Sin embargo, existen ciertas características que se suelen encontrar en las personas que han sufrido de acoso, lo que las hace más proclives a experimentarlo. En ese sentido, las víctimas suelen ser percibidas como personas inseguras, les cuesta expresar lo que sienten y piensan, suelen ser muy sensibles a los sucesos o comentarios de otros, físicamente más débiles y con dificultades para relacionarse con otras personas.
Por otro lado, también existen ciertas características observadas en los victimarios: físicamente más fuertes en relación a sus pares, carácter dominante e impulsivo, dificultades para seguir las reglas, baja tolerancia a la frustración y desafiantes ante la autoridad. Suelen generalmente provenir de hogares en donde la violencia es una manera de vincularse, por lo que lo reproducen en las relaciones extra familiares.
A diferencia de lo que se suele pensar, las consecuencias no solamente son para las víctimas, sino también para los victimarios y espectadores. En el caso de las víctimas, el acoso repercute directamente sobre la autoestima. Las víctimas llegan a percibirse de manera negativa, al punto de experimentar sentimientos de culpa por pensar que podrían ser los responsables de recibir este maltrato. Podrían presentar actitudes pasivas, es decir, sentir apatía por todo, parecer indiferentes ante lo que sucede a su alrededor. Cambios de ánimo constantes, trastornos de ansiedad, depresión. Ausentismo escolar y bajo rendimiento. Además, presentarían una mayor probabilidad de desarrollar problemas psicosomáticos. Inclusive, en los casos más graves podrían aparecer reacciones de miedo intenso, horror o desesperanza y/o pensamientos suicidas. Ello es favorecido al sentir la víctima que el poder del victimario aumenta a medida que su sensación de desamparo incrementa, pudiendo llegar a creerse merecedora de lo que le ocurre.
En el caso de los victimarios, las consecuencias están relacionadas con el desarrollar una pauta vincular basada en la violencia e intimidación. Al persistir esta manera de vincularse a través del tiempo, podrían ser proclives al vandalismo, bajo rendimiento académico, uso de drogas y alcohol, así como trastornos de ansiedad.
Las consecuencias de los testigos irían más relacionadas el normalizar el uso de la agresión como un medio de obtener objetivos, lo que conlleva el insensibilizarse ante el sufrimiento de otras personas.
La mayoría de intervenciones han ido enfocadas hacia los espectadores y a promover la cultura anti acoso: la tolerancia por las diferencias. No obstante, estas no han sido lo suficientemente efectivas, debido a que el bullying es considerado un fenómeno socio cultural. Involucra a la comunidad. En ese sentido, el abordaje a este problema debería hacerse a un nivel sistémico y multidisciplinario, abordando todos sus niveles de impacto. Es importante que ante un caso de acoso escolar, se indague al respecto, se reporte a las autoridades inmediatamente, quienes deberán trabajar de manera conjunta para intervenir