Son muchos los padres quienes se interrogan y angustian sobre el por qué sus hijos no quieren comer. Aproximadamente el 50% de padres con hijos entre los 6 meses y 3 años de edad se quejan de este problema. Mientras que es recién hace 2 años que se tipifican los trastornos de alimentación en la infancia (0 a 6 años) por la especialista Irene Chatoor. Pero antes de buscar saldar la duda desde una respuesta puntual, les ofrecemos a continuación algunas consideraciones y datos concretos sobre el papel que juega el “acto de comer” en el desarrollo físico y emocional de nuestros niños. Lo cierto es que comer es un disfrute, y se debe lograr un punto medio entre el rigor del hábito y la posibilidad de experimentar.
Como primera consideración debemos recordar la cualidad indivisible del ser humano en su naturaleza física/bioquímica (datos concretos y visibles) y psicológica (invisible). Es decir; tenemos un niño que se nutre y crece tanto de forma física (talla/peso) como psicológicamente (hábitos de alimentación, preferencias de comidas, patrones de socialización, etc.). Así por ejemplo; podemos diferenciar el hambre del apetito, donde el primero responde a la necesidad fisiológica de alimento (aprox. cada 4 horas); mientras que, el segundo obedece a la sensación o deseo por satisfacer un gusto en busca de placer.
A nivel físico, los nutricionistas nos explican que la alimentación y el apetito del niño varían según la edad. Así, suele suceder un exponencial crecimiento del apetito el primer año de vida, una disminución del mismo entre los 9 meses y 2 años de edad, y un nuevo incremento entre los 5 y 7 años. Lo cual coincide con la aceleración y desaceleración del proceso de crecimiento y aumento del tamaño corporal. Por ende, la cantidad de alimento necesaria varía según la edad; pero también, según cada individuo. Recordemos que los datos por edades nos permiten tener un estimado bajo el cual evaluar a cada niño, pero sin dejar de lado el respeto por su individualidad.
Otra consideración importante es la diferencia que marcan los vocablos en inglés: “feeding” e “eating”, donde se diferencia entre el alimentar a un otro y el alimentarse uno mismo; recordándonos que al pensar en el comer de los niños, desde su ser bebes, siempre se habla de un tercero que alimenta. La psicoanalista Melanie Klein dijo que la primera satisfacción que recibe el bebe del mundo es la de ser alimentado. Con lo cual nos invita a pensar en la lactancia como el primer momento de relación del niño con el alimento; pero también, como primera forma de relacionarse del bebe con el mundo exterior, como primera forma de contacto e intercambio con un otro. Así; en el plano psicológico, se entiende que la lactancia marca los primero patrones relacionales del bebe creando el arquetipo de sus futuros lazos sociales. Visualizando de este modo el papel socializador de la alimentación.
Al hablar de la lactancia profundizamos en el plano emocional del niño. Winnicott, reconocido pediatra y psicoanalista inglés, enfatizó que se trata de un acto de amor que obedece al vínculo madre/hijo, quienes por primera vez llegan a un acuerdo. En este momento se van dibujando los intervalos de hambre, deseo y saciedad para el bebe; construyéndose a su vez su capacidad de tolerar la ausencia, a medida que siente la confianza de poder ser saciado. La madre debe ser lo “suficientemente buena” en la lectura de su hijo, puesto que al comienzo la alimentación debe iniciar cuando el bebe lo demande y terminar cuando él lo marque. Pues se enfatiza que antes que cualquier intento de disciplina el bebé debe aceptar la realidad externa; y para ello, primero debe confiar en que sus necesidades podrán ser satisfechas, siendo está la base de una posterior educación de hábitos.
La alimentación requiere una guía; así serán los padres quienes determinen los hábitos alimenticios en cuanto a las forma de comer, demandas de alimentos y percepción de la comida. Los especialistas indican que es entre los 4 y 9 meses que los bebes pueden iniciar la ingesta de alimentos sólidos. Y se recomienda que se les permita comer solos lo más temprano posible, sin cucharas, la cual debe ser usada recién a partir de los 2 años; con el fin de priorizar el disfrute de la alimentación y reconocimiento de sus texturas. Los 3 primeros años de vida, el niño debe de experimentar de la más variada y gentil manera el placer de la comida saludable, y se debe limitar lo más posible la comida chatarra. Es también a partir de esta edad que el niño empieza a diferenciar las necesidades físicas de las psicológicas.
Una tercera consideración es la de diferenciar las ansiedades y expectativas de los padres de las necesidades de los niños. Los especialistas advierten que en realidad son pocos los niños que no comen; y recomiendan responder a estas preguntas como forma de evaluación: ¿Es un niño sano?¿Es un niño activo, con un desenvolvimiento acorde a su edad? ¿Cuántas veces al día se le ofrece comida? ¿No come nada, o solo come lo que desea? Con el fin de poder reconocer las reales necesidades del niño y separarlas de los tormentosos temores paternos.
La doctora Irene Chatoor, investigadora en el campo de trastornos de alimentación en primera infancia, creó una clasificación de las dificultades alimentarias en niños para el uso de pediatras; está distingue cinco principales características: 1. apetito limitado por alguna enfermedad asociada, 2. por exceso de vigor y priorizar el juego, 3. en niños retraídos con posible depresión, 4. por alteración en la percepción de los padres; y 5. ingesta selectiva y miedo a los alimentos (asociado a experiencias de dolor traumático). Pero serán los especialistas quienes podrán hacer el diagnóstico; y según ello, plantear la intervención a seguir.
Finalmente, les brindamos algunas recomendaciones que esperamos puedan servirles de guía:
- En primer lugar, debemos observar a nuestros hijos con el fin de establecer sus ciclos de hambre y saciedad, reconocer sus horarios; y regular según ello sus comidas.
- El adulto será quien paute los horarios y los alimentos; así que podemos dejarle al niño determinar las cantidades.
- Se debe cuidar que el horario sea estable y el ambiente adecuado; cuidando ser creativos en cuanto a la decoración del plato, con fin de hacer el momento más atractivo.
- Buscar comer y explorar los diferentes sabores y colores, sin repetir la comida durante la semana.
- Enseñarles a comer en familia y compartir.
- Fomenta su autonomía, intentando hacerlo partícipe de poner la mesa, dejar que se sirva, decida sus gustos.
- Medir el consumo de golosinas y comida chatarra.
Los No:
- Evitar caer en complacencias y exquisiteces.
- Evitar que la comida sea un castigo o un calmante.
- Evitar embutir comida.