Navidad está cada vez más cerca y con ella se aproximan un sinfín de oportunidades para compartir con los demás. Desde un juego de amigo secreto en el trabajo, un intercambio de regalos, hasta una cena navideña con la familia y/o los amigos. Todos estos momentos se vivencian con una serie de emociones, pensamientos y sensaciones únicas.
Pero más allá de las situaciones, la navidad se vuelve una ocasión especial para reencontrarse con uno mismo y con el otro, pues va de la mano con la finalización del año actual (cierre o nueva etapa).
Este cierre o nueva etapa genera que nos pongamos a evaluar “qué tan bien” estuvo este año. Por ello, solemos pensar si hemos conseguido lo que nos propusimos y/o si estamos haciendo las cosas de la mejor manera posible. Se podría decir que uno comienza a mirarse.
En ese sentido, el mirarse implica conocerse, conectarse con aquello que está en nuestro interior. Muchas veces pueden existir desaciertos en nuestra vida, pero curiosamente son dichos desaciertos u “errores” que suelen ser nuestra fuerza para potenciarnos. Cuando es así, surge en nosotros sensaciones agradables como alegría, paz, amor, armonía y que, además, por nuestra naturaleza, buscamos compartir aquello que existe en uno mismo con los demás. Por ello, la navidad también es un reencuentro con el otro.
Es común volver a ver a viejas amistades, darse aquel abrazo después de mucho tiempo y que dicho encuentro sea gratificante. Asimismo, se da el visitar a la familia, a los abuelos, tíos, sobrinos, nietos, hermanos y que se creen nuevos momentos agradables para recordar. También, puede ser encontrarse con alguien que por diversos motivos se mantuvieron distantes y que dicho momento se convierta de cercanía.
En ocasiones, el reencuentro con el otro no es sencillo, pues a veces existen problemas o discusiones (generalmente familiares) que más bien genera sensaciones desagradables. No obstante, a veces, la navidad es una oportunidad para dejar atrás algunas situaciones y dar paso al perdón. Esto permite que uno pueda dar un nuevo significado a su vida a nivel personal como social.
Por lo tanto, cuando nos conectamos con los demás (a través de un regalo, un abrazo, una carta, una disculpa o en la preparación de la cena), podemos acercarnos, llegar a conocer quien está a mi lado para empatizar y relacionarnos mejor. De esta forma, cuando llega la tan esperada cena navideña surgen algunos momentos “mágicos”.
Por ejemplo, tomas tu lugar en la mesa para empezar a degustar los platillos preparados. De pronto, comienzas a visualizar quien está a tu lado, quizás un familiar cercano o lejano. Asimismo, miras al frente tuyo y puedes encontrarte con tu hermana/o, tu mamá, tu papá, un amigo, tu pareja o hijo/a, y es en ese momento que surge el agradecimiento por tener la oportunidad de compartir aquella situación con esa persona.