La salud mental es un tema que ha estado acompañado, por mucho tiempo, de estereotipos que se han ido deconstruyendo en la sociedad y la cultura, pero su estigma parece aún permanecer, sobre todo, en una considerable parte de la población: los hombres. En esto, según los resultados de diferentes encuestas a nivel internacional, son pocos los hombres que acuden a profesionales de la salud mental y conforman aproximadamente entre un quinto y un tercio de la población asistente en proporción a la población femenina según el país.
Entonces, ¿por qué los hombres no suelen ir al psicólogo?
Un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) señala que la cultura que practicamos tradicionalmente refuerza, en los hombres, la falta de autocuidado y el abandono de su propia salud física y mental. Esta cultura -que hoy denominamos la cultura del machismo- ha contribuido así ampliamente -y lo sigue haciendo hasta hoy- a configurar lo masculino con rasgos que tienden hacia el aislamiento (visto a menudo como independencia), la dureza (percibida como fortaleza) y la censura de las emociones (cuya contraposición, la sensibilidad, ha sido tachada como fragilidad o debilidad). Esto ha perpetuado, a su vez y en diferentes sociedades, el que el hombre perciba, en cierto grado, como fuera de su identidad el acto de pedir y recibir ayuda, intentando, a menudo, resolver los problemas afectivos por sí solo, sin involucrar a más personas y evitando la expresividad.
Así se explica, en parte, el estigma de la salud mental en los hombres y el por qué los trastornos afectivos en estos suelen no evidenciarse directamente como depresión sino más bien enmascararse en el uso de sustancias, distintas conductas de riesgo (abuso de sustancias, riesgos al volante o relaciones tóxicas), aumento de la irritabilidad, aislamiento y en la dificultad para identificar y expresar emociones (conocida también como alexitimia). De igual manera, otra conducta adoptada por muchos hombres como forma de evadir síntomas afectivos ha sido el trabajo en exceso.
¿Qué implicancias tiene esto en los hombres y en la sociedad?
Todo lo anterior ha sido asociado por la OPS con una menor esperanza de vida de los hombres en comparación con la población femenina (5.8 años por debajo) señalando, además, que este concepto tradicional de masculinidad conlleva a tres riesgos generales:
- Riesgo para uno mismo en la forma de uso de sustancias y las distintas conductas de riesgo mencionadas previamente (añadiendo la autolesión y el suicidio).
- Riesgo para mujeres y niños en la forma de relaciones interpersonales tóxicas y violentas, infecciones de transmisión sexual, embarazo impuesto y paternidad ausente.
- Riesgo para otros hombres en la forma de accidentes y los distintos resultados que se pueden obtener a partir de conductas violentas.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Es evidente que lo que tradicionalmente se ha entendido en el pasado como masculinidad fomenta, por lo general, la presencia de rasgos y tendencias que vulneran la salud tanto mental como física de los hombres y es tarea nuestra (de los hombres) repensarla y abrir el campo a nuevas formas de vivirla y de estructurarla en los diferentes métodos de crianza. En esto, criar niños en constante contacto con sus emociones, sensibles, capaces de identificar y expresar lo que sienten y de pedir ayuda tanto como de ayudar a otros no solo permitirá que estos vivan una vida sana en el aspecto personal sino también en sus diferentes dinámicas interpersonales y en sus distintas etapas de desarrollo.
Es importante, finalmente, que también reflexionemos acerca de cómo este discurso que se ha dado acerca de la masculinidad a lo largo de nuestro desarrollo nos limita también en el presente. Analicemos, entonces, tanto nuestra capacidad para estar en sintonía con aquello que sentimos y pensamos como nuestra capacidad de expresarlo y plasmar nuestras necesidades afectivas; nuestra capacidad para mostrarnos vulnerables y pedir ayuda sin cuestionarnos. La salud mental es, al fin y al cabo, un aspecto importante de nuestras vidas que afecta todas las demás áreas por lo que priorizarla nos permitirá mejorar tanto nuestra calidad de vida como la de la vida en sociedad.
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