Por Alvaro Silva
Abrir la puerta, ceder el asiento, acompañarla hasta su casa, ofrecerle el saco, sacarla a bailar, pagar la cuenta, cargar los bultos, arrimarle la silla… Actitudes que se asociaban a un caballero, amable, noble, digno príncipe azul que salvaba a la damisela en apuros.
En la edad media, los caballeros, aquellos que andaban a caballo y competían en torneos, debían cumplir ciertos códigos de conducta, demostrando nobleza y honor. Esta última parte parece que perduró inmutablemente hasta la modernidad, estableciendo el patrón de conducta que los hombres debían cumplir con las mujeres, transformando ciertas expectativas sociales en una suerte de guion de la interacción de género: “Comportarse como un caballero con una dama”.
En la actualidad, la antigua asimetría en el sistema masculino-femenino ha venido en un constante cambio, tendiendo cada vez más a la equidad. Múltiples cambios y situaciones a nivel socio cultural a lo largo de la historia han equilibrado la situación. Las diversas oportunidades a las que la mujer fue accediendo, participando de aspectos antes impensados y de los cuales fue mantenida al margen, como el campo laboral, dio pie a nuevos escenarios distintos a la frágil dama y luego madre-ama de casa. Lamentablemente, este surgimiento de la mujer con posibilidades fue y es vivido como amenaza por algunos hombres, quienes se encuentran con el constante reto de reafirmar su masculinidad re-creando la asimetría de poder en las relaciones con mujeres.
¿La caballerosidad enmascara alguna suerte de machismo? Creo que es difícil dar una respuesta tajante. Se dibuja una fina línea que puede ser engañosa. ¿No demuestra amabilidad, respeto y amor? Un gesto de caballerosidad es una expresión conductual, un acto realizado físicamente. Creo que la pregunta que valdría la pena poner en cuestión es ¿Con que intención o fin se esta realizando? ¿Cómo un gesto de amabilidad, educación y sobre todo Empatía (con “E” mayúscula para enfatizar) o con el fin de colocar al otro en una posición se sumisión, resaltar la potencia y virilidad?
Esta pregunta me lleva a pensar una cuestión de fondo ¿Se está considerando a la persona a la que se le hace el gesto caballeroso, como una persona en pleno derecho o se le está considerando como alguien que depende del caballero, o como medio para un fin? Así, podríamos pensar en si esta caballerosidad es un gesto empático o una cuestión narcisista. La primera implica que la otra persona es una persona con derechos, y que al ponernos en sus zapatos se le ofrece una ayuda o detalle. La segunda implica un “no hay lonche gratis”, el ofrecimiento lleva consigo una ganancia personal, ya sea en miras a conquistar, someter, reafirmar masculinidad, etc.
Un conocido restaurante hace no mucho fue multado por entregar cartas sin precio a las mujeres. La noticia me llamó la atención principalmente por dos hechos. ¿Con tantos discursos sobre la equidad, como hasta el 2019 perduraba una cuestión así? Arizmendi (2019) encontró que en nuestra sociedad los hombres se encontraban a favor de la igualdad de oportunidades, de roles y funciones, pero que sin embargo había una resistencia a ser el pionero en el cambio. ¿La competencia con sus pares varones limitaría? ¿Si soy de la minoría que cambia, soy menos hombre? El segundo punto, era debido a la imposición. Creo que este es un factor crucial al pensar en el machismo o la caballerosidad. En este caso no se consideraba la posibilidad de que la mujer pudiese pagar la cuenta, que sea un pago compartido, que cada uno pague lo suyo, o demás combinaciones.
La empatía supone una comprensión afectiva del otro, de la que puede surgir un ofrecimiento. “Te entiendo, te ofrezco una mano”. Imponer un código o una norma anula cualquier escenario empático. La imposición supone un sometimiento, una asimetría de poder. Y ¿Acaso la empatía tiene género? ¿No podría una mujer empatizar con un hombre con menos oportunidades económicas y ofrecerse a pagar la cuenta? ¿Las cuestiones de respeto, nobleza, honor, tienen que ser solo masculinas? Pienso que no. Finalmente se trata de preocuparse por el otro, otro con necesidades, deseos, intenciones y oportunidades. Pasar por encima de esto anula al otro y se convierte en una cuestión de poder.
Arizmendi, T. (2019). Representación del matrimonio en un grupo de jóvenes de 27 a 32 años. (Tesis de Licenciatura, Universidad de Lima, Lima, Perú). [Tesis por publicar]