Por María Teresa Schoof
Los niños y las niñas juegan. Es una afirmación obvia sobre una actividad que a simple vista incluso puede ser percibida como ordinaria. No se le suele prestar más atención que considerarla una forma de diversión; sin embargo, el juego expresa mucho, es una forma de comunicación más.
En el juego el niño o la niña se permite ser creativo, libre, puede cuestionar y salir de las reglas establecidas y el marco impuesto. Este tipo de juego es el que le permite al niño o niña crear su propio mundo a partir de elementos de la realidad y de su fantasía, un mundo que, como adultos, hay que respetar y acompañar. En esta relación entre realidad y fantasía es que aparece el “como sí”: se juega como si se estuviera en la jungla, como si la muñeca/mamá y el muñeco/papá fueran reales, como si realmente estuviera volando un avión. Es un proceso rico de observar pues a partir de ello podemos visualizar algunos conflictos internos, sus angustias, sus miedos, su agresión, aquello que les ha causado algún tipo de impresión. Es a través del juego que los niños y niñas pueden aliviar el sufrimiento que pudieran sentir y crear algo nuevo, así como establecer relaciones sociales más saludables y aprender.
A pesar de ello, a veces, en la sociedad se considera al juego por debajo de otras actividades pensando que es una pérdida de tiempo en contraposición a matemáticas por ejemplo o que es mejor que las niñas y los niños “estén quietos”, “no toquen nada” y “no se ensucien”. En ocasiones también el estilo de vida adulta, la rapidez de la misma y la sensación que no alcanza tiempo para nada no permite que los adultos cuidadores jueguen con sus hijos o hijas. Es difícil hacerse tiempo; sin embargo, entender el juego como una actividad fundamental en el desarrollo del niño o de la niña permite que los adultos le den el rol preponderante que necesita. Así como la posibilidad que acepten que el aprendizaje no pasa por estar sentado o sentada brindándoles información sino más bien, al involucrarse en el juego de su hijo o su hija están invirtiendo no solo en su desarrollo emocional y físico, lo que permite mayor éxito en su vida futura, sino también en la relación entre ambos.