Por Alvaro Silva
La adolescencia es un momento clave en la consolidación de la identidad y la búsqueda de sí mismo. En este periodo surge la pregunta ¿Quién soy? Un factor muy importante en la búsqueda de la respuesta es la mirada del otro, sobre todo de los pares. Se busca un sentido de pertenencia que les permita diferenciarse de sus padres y poder verse reflejados en los otros adolescentes como él/ella, que, como espejo, le permiten descubrirse, reconocerse y confirmarse a sí mismos. En estas relaciones se busca gratificaciones que permitan sostener la autoestima.
Ya desde hace unos años las redes sociales han ganado popularidad a pasos agigantados. Las cuentas en estas redes, en la mayoría de los casos, suele reflejar la identidad de los usuarios. Los “perfiles” o “biografías” permiten plasmar distintos elementos que trasmitan a los demás como es uno, la esencia personal. Cada uno elige los contenidos que personalizan la cuenta y la diferencian de las demás. Sobre las matrices que ofrecen las mismas redes, cada cuenta se configura de manera distinta. Así como no hay dos personas iguales, no hay dos cuentas iguales. Los adolescentes de hoy nacieron con las redes sociales, son nativos digitales. Estas son parte de sus vidas, es un medio de socialización con pares de igual o mayor magnitud que el colegio y un medio de configuración de la identidad.
Una red social bastante popular en adolescentes es Instagram. En esta, se suele “postear” predominantemente fotos y videos, con la posibilidad de editarlos y colocarles distintos filtros, acompañándolos de “hashtags” o etiquetas. Recientemente se ha empezado a popularizar el “Finstagram”. El nombre proviene de la mezcla de “Fake” o falso e “Instagram”. Esta es una cuenta privada, distinta a la cuenta “real”, y usualmente lleva por nombre un apodo o seudónimo que le permita mantener mayor privacidad. El acceso a esta está reservado únicamente para las personas más cercanas. Los adolescentes entonces empiezan a manejar dos cuentas. Una pública y una privada. En la pública se tiene cientos o miles de seguidores y se suele postear contenido estéticamente bello. No solamente hablando de lo físico, sino comidas, rutinas deportivas, viajes, etc. Imágenes ideales, que no necesariamente representan la realidad. Como contraparte, en la cuenta “finstagram” se suele postear contenido más cotidiano, gracioso, vergonzoso o personal.
En la cuenta “real” de Instagram, los filtros hacen que las fotos y “selfies” pasen de ser reflejos de la realidad, a manifestaciones extraordinarias e ideales. Una realidad perfecta, que se aleja de lo ordinario. Esto responde a cómo quieren ser vistos por los otros, adolescentes, pero en el fondo a como ellos mismos desean verse, un ideal.
Los “likes” y el número de seguidores proporcionan un feedback 24/7. Se transforman en una suerte de valoración del autoconcepto (el que refleja el perfil), es decir en la moneda del valor atribuido, en un medidor de la autoestima. Soy valorado en la medida que recibo mayor seguimiento y “likes”, o por lo contrario soy rechazado y devaluado si no consigo los suficientes.
La presión por mantener una imagen tan perfecta e ideal frente a los demás se convierte una presión tan acuciante, que no hay espacio para lo no-tan-bueno, lo vergonzoso, las imperfecciones, que finalmente, forman parte de quienes somos y nos hacen más reales.
Esta presión por un yo ideal alcanza tal magnitud que se tiene que compartimentalizar la identidad, disociando aspectos a fin de poder sostener estas imágenes que proyectan las características elegidas. Así, la suma de la cuenta de Instagram, con la de Finstagram, duplican la autoexigencia de ser aceptado.
Esto puede generar una mayor confusión, en donde el adolescente pierda de vista sus aspectos identitarios reales y constituya su autoconcepto a partir de una imagen artificial y distorsionada, en comparación con otros ideales artificiales, y que aumenten la distancia con la imagen que el espejo le devuelve (Alvarado, 2018).
En este nuevo escenario social, la mejor alternativa es promover espacios para pensar y vincularse presencialmente, donde las presencias físicas devuelven imágenes reales, con características positivas y negativas, más cercanas a la realidad y posibiliten la integración de los distintos aspectos de la identidad de los adolescentes.
-Alvarado, C. (2018). Instagram: autoconcepto y autoestima en la adolescencia. Desarrollo de la identidad personal en las nuevas realidades sociales. Publicaciones Didácticas, 92 305-311.