Por Maria Teresa Schoof
El juego en la terapia es una actividad a simple vista ordinaria, no se le suele prestar más atención que considerarla una forma de diversión; sin embargo, en terapia de niños se la mira de forma distinta, comprendiéndola como una forma de comunicación de los padecimientos del niño que no puede expresar en palabras.
En el juego el niño-paciente se permite ser creativo, libre, a partir de él puede cuestionar y salir de las reglas establecidas y del marco impuesto. Este tipo de juego es el que permite una elaboración y donde el terapeuta puede observar cómo el mundo interno del paciente entra en contacto con el mundo exterior, con la realidad. En esta relación aparece el “como sí”, se juega como si se estuviera en la jungla, como si la muñeca/mamá y el muñeco/papá fueran reales, como si el realmente estuviera volando un avión. Es con ello con lo que el terapeuta trabaja, con el pedazo de mundo interno que el paciente está compartiendo y debe tener respeto, así como tratar con cuidado aquello que el paciente le comparte, intentar no romper ese “como si”.
Observar el proceso creativo del niño y ser parte de eso es muy rico para poder visualizar los conflictos internos y juntos, terapeuta y paciente, entender lo que ocurre y crear a partir de ello, algo nuevo, como una forma más sana de vincularse con su entorno.