Por Ximena Unzueta
Debemos reconocer que el tema de la violencia de género está a la orden del día. Cada vez vemos más casos de feminicidio, violaciones y de violencia física o psicológica contra las mujeres, en nuestro país y el mundo. También, se escuchan muchas excusas para defender a los hombres que cometen estos delitos; y una de las que más escuchamos es que aquellos que cometen violencia de género, padecen de enfermedades mentales.
A partir de esas ideas es que nace la reflexión y el cuestionamiento de si todos los hombres que cometen estas atrocidades padecen de alguna enfermedad mental. Esto además, nos permite cuestionarnos qué hay detrás de la violencia de género.
En base a las reflexiones planteadas, podría pensarse que hay casos en los que sí hay presencia de enfermedad mental tras una manifestación de violencia de género, y algunos autores de estos delitos son sociópatas. Pero también se podría afirmar que hay otros casos en los que no hay enfermedad mental, y más bien podemos pensar en un fenómeno social como el machismo y las actitudes que esto genera en los hombres de las sociedades que vemos hoy en día.
Lo primero que se puede decir de un agresor es que es una persona que pasa por una anulación de sentimientos básicos, como la empatía, para poder ejercer la violencia. Sin embargo, no toda persona que comete un abuso sexual es un sociópata, hay abusadores que tienen sufrimiento, y podríamos pensar en que lo viven como una suerte de adicción; saben que está mal, que no se debe hacer, pero no pueden evitar hacerlo, como un alcohólico por ejemplo.
En el caso de un sociópata o un psicópata, lo que se ve es la ausencia de culpa, y con esto, la ausencia de reconocimiento de la ley, de las normas de convivencia antes que los deseos propios en pro de la convivencia. Además, si pensamos en estos casos, son personas que no poseen la capacidad de reconocer a la otra persona como un sujeto, como otra persona que es como uno, siente como uno y puede sufrir, de manera que el mismo agresor no reconoce su propio sufrimiento y dolor.
También resulta pertinente hablar del control, y la necesidad de control por parte del agresor. En el tema de la violencia de género, el control es un tema crucial. El control viene de la necesidad de humillar a otros, es la sumisión del otro frente al agresor. Aquí se habla también de crueldad, y de la necesidad de compensar carencias internas de seguridad, amor propio, entre otras, humillando a otros, para de esa manera ganar un poco de aquello que realmente falta internamente. De manera que la crueldad tiene que ver con el dominio, refleja una falta de reconocimiento del otro como sujeto, viéndolo como objeto que hay que controlar y dominar.
Por otro lado, la violencia es la dificultad de canalizar la agresión en los planos sociales que marcan pautas de convivencia, volcada contra otros o uno mismo; es la imposibilidad de controlar la agresión natural. Partiendo de este punto, se podría afirmar que todos en algún momento ejercemos violencia y no por eso hay presencia de enfermedad mental.
En un estudio realizado por Massil Benbouriche, doctor en psicología y criminología, se llegó a la conclusión de que cuando se pregunta por una situación hipotética que incluye pasar por alto la voluntad de la otra persona y forzar su consentimiento a mantener relaciones sexuales si estuviera seguro de que no tendría consecuencias legales y que nadie se enteraría, la mitad de los hombres decidiría cruzar la línea. El estudio concluyó que el 30% de los hombres violaría si supieran que su acción no iba a tener consecuencias penales, y un 50% de ellos utilizaría estrategias como mentir o manipular para consumar la relación sexual. El estudio se realizó con 150 hombres con edades comprendidas entre los 21 y 35 años. Un 40% de ellos eran estudiantes, el 50% trabajaban y el 10% restante se encontraba desempleado. Ninguno presentaba problemas mentales ni había agredido sexualmente a mujeres en el pasado, según ellos mismos afirmaron.
De esta manera, el problema más grave debajo de esta problemática no es la salud mental, sino es un tema social. Lo más grave es la mentalidad machista que empodera al hombre para sentirse con derecho de sobrepasar los derechos y deseos de una mujer. Y lo más grave es la falta de apoyo social que existe hacia el tema, la ausencia de entidad protectora de vínculos que eviten la violencia, o puedan regularla. Y si bien existen leyes, programas e instituciones, esto en la realidad no se ejerce. Sumado a esto, tenemos a una sociedad que justifica la sexualidad libertina de los hombres, y escuchar profesionales culpando a las mujeres de ser violadas por no dar “mensajes claros”, abogados defensores utilizando como argumento que sus defendidos eran muy guapos y por eso «no necesitan violar», personalidades promoviendo campañas en las que nos animan a «dejar las cosas claras desde el principio para evitar situaciones incómodas”.
La violencia de género es un tema actual de nuestra sociedad, y no se puede negar.