Por Carmen Valenzuela
Navidad es motivo de sentimientos diversos y complejos. Para algunos es: alegría, encuentro, compartir. Para otros, genera inseguridad, vergüenza de expresar afectos guardados y contenidos muchos años, temor al abrazo distante y al rechazo, revivir recuerdos dolorosos, y la soledad por la ausencia de personas importantes.
Provoca diversas reflexiones; y encontramos en esta historia mucho para pensar y la invitación a mirar a quien tenemos al costado:
En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta…. En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas…
Había una vez… un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente…
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se bañó rápidamente y más rápidamente aun, salió del agua… Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró…
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza…Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba. Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad… está escondida la tristeza.
(Cuento de Jorge Bucay)
Toca a cada uno, reconocer si en esta Navidad en nuestra casa o nuestra mesa se sentaran:
Un niño agitado y furioso, o un niño triste y ansioso por estar en familia.
Un adolescente intolerante y cerrado en sí mismo, o un adolescente inseguro, temeroso por que el futuro que resulta cada vez más incierto.
Una madre cansada y dolida de la ingratitud ante todo el esfuerzo hecho año tras año por tener a la familia unida, o una madre triste, y nostálgica, con temor a quedar sola.
Un padre inseguro y descalificador, o un padre humillado y triste por no cumplir con las expectativas sociales que el consumismo exige cumplir..
Le toca a cada uno reconocer si quien está al frente solo exhibe un disfraz, o tal vez reconocer si es uno mismo quien sin darse cuenta utiliza otro disfraz.
Ciapla les desea lo mejor para sus familias, la tranquilidad emocional y fuerza para dar y recibir afecto; la alegría del compartir y la gratitud para aceptar lo bueno.
Renovamos nuestro compromiso, a acompañarlos en la comprensión de su complejo mundo interno; en la búsqueda de bienestar emocional; y el logro de sus metas.