Carla era una madre de familia que comentaba cómo le dolía ver a su hijo en una relación que solo lo ponía de mal humor y lo llevaba a descargarse con quienes se encontraban a su alrededor, por lo que finalmente decidió separarse y a partir de ello estuvo más tranquilo.
La decisión de divorciarse en la pareja no suele ser fácil, es dolorosa para ambos; sin embargo, en ocasiones, sobre todo en casos de algún tipo de violencia, suele ser la mejor opción. No obstante, es importante tener en cuenta que así como afecta a quienes componen la pareja, también impacta muy fuerte emocionalmente en los hijos e hijas, por lo que es fundamental cómo se les transmite lo ocurrido. Es un proceso muy difícil para ellos y ellas porque suelen vivirlo de forma inesperada y, si bien se podría pensar que no tienen conciencia de lo que está ocurriendo, sobre todo cuando son más pequeños, la realidad es que sí la tienen, que pueden no entenderlo del todo pero emocionalmente sí perciben cómo se están sintiendo sus cuidadores y la ausencia de alguno de ellos.
Los niños y niñas reaccionan de diferente manera según la edad en la que ocurre el divorcio, esto depende también de los recursos con los que cuentan y qué tanto pueden verbalizar aquello que sienten. Asimismo, se debe diferenciar entre los comportamientos normales de la infancia y aquellos que pueden estar asociados al divorcio o a algún factor social acompañado a la separación como lo pueden ser el cambio de residencia, de colegio, la presencia de una nueva pareja, convivencia forzada con algún miembro familiar, entre otros.
En ese sentido, poder identificar las señales y signos de nuestros hijos e hijas puede ayudarnos a prevenir futuros riesgos o problemáticas emocionales mayores. El recién nacido, por ejemplo, cuenta con figuras de soporte en las que confía según los cuidados que va recibiendo y, si bien aún no pueden entender a cabalidad qué implica un divorcio, sí pueden percibir la ausencia de alguno de sus cuidadores. Es por ello que lo expresan con llantos intensos, irritabilidad, alteraciones de sueño o de alimentación. Los niños y niñas de dos a cinco años suelen percibir el mundo bajo la creencia que sus pensamientos afectan lo que ocurre, por lo que no es raro que consideren que la separación pueda ser su culpa. En esta etapa, como consecuencia, pueden presentar demoras en el desarrollo usual como el habla o control de esfìnteres. Mientras que los de seis a ocho entienden mejor sus emociones y de aquellos que los rodean, además pueden tener la fantasía que sus padres retomen la relación y al no verlo concretado sentirse traicionados y tener miedo o angustias que se pueden presentar como pesadillas o conductas que remiten a edades anteriores.
Finalmente, es importante estar al tanto de cambios de conducta en los niños y niñas, trabajar en conjunto con el colegio para que la institución pueda apoyar y entender la situación, mantener los hábitos y rutinas. Así como explicarle, en un lenguaje que pueda entender, lo que está ocurriendo, resaltando que ellos y ellas no tienen responsabilidad en lo sucedido y que ambos progenitores los y las querrán igual.
Referencias
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Roizblatt, A., Leiva, V. & Maida, A. (2018). Separación o divorcio de los padres. Consecuencias en los hijos y recomendaciones a los padres y pediatras. Revista Chilena de Pediatría, 89(2), 166-172. doi: 10.4067/S0370-41062018000200166