La violencia contra la mujer es un problema muy grave a nivel mundial y, lamentablemente, es bastante común en nuestro país. La violencia contra la mujer se sostiene a partir de creencias culturales y sociales que están vinculadas a las relaciones de poder, a las desigualdades entre hombres y mujeres, al machismo y al patriarcado. Estas creencias se encuentran muy arraigadas en la sociedad y se basan en la idea de que las mujeres son inferiores y más débiles que los hombres y, por lo tanto, estos últimos deben dominarlas.
Sabemos que existen diversos colectivos que defienden los derechos de las mujeres y denuncian la violencia contra ellas, especialmente instituciones feministas o enfocadas en derechos humanos. Asimismo, nos sorprendemos, nos indignamos y juzgamos cuando escuchamos noticias de crímenes de violencia contra la mujer. Sin embargo, resulta más difícil reconocer otros tipos de violencia más cotidianos y menos extremos, ya que muchos de estos se encuentran normalizados. Incluso, resulta difícil pensar que muchas veces, sin saberlo, podemos cometer ciertas acciones que bajo una segunda mirada pueden ser entendidas como violencia contra la mujer o en caso contrario, sufrir este tipo de violencia sin siquiera darnos cuenta. Por lo tanto, es fundamental identificar los distintos de violencia contra la mujer:
Violencia física: es la más conocida y consiste en acciones que generan daños físicos en el cuerpo de la mujer, por ejemplo, a través de golpes, empujones o patadas que producen lesiones y heridas. Lamentablemente suele darse en espacios íntimos como dentro de la familia o en las relaciones de pareja.
Violencia psicológica: son actos que producen daños psíquicos y pueden darse a través de amenazas, humillaciones o insultos que buscan controlar, aislar y debilitar a la mujer. También suele observarse mucho al interior de las familias y en las relaciones de pareja, por ejemplo, cuando un hombre se pone celoso e insulta a su pareja por considerar que se viste de manera “inapropiada”.
Violencia sexual: se trata de acciones sexuales que se realizan sin el consentimiento de la mujer, usualmente a través de la fuerza, intimidación o amenazas. Incluye no solo los casos de violación sexual, sino también situaciones de abuso sexual sin que haya necesariamente contacto físico. Un ejemplo podría ser acosar sexualmente a una mujer en el trabajo o en un espacio público, exponerla a un material pornográfico sin su consentimiento u obligarla a prostituirse.
Violencia económica: consiste en hacer que la mujer pierda sus recursos económicos y su patrimonio, por ejemplo, controlando sus ingresos y gastos.
Violencia laboral: se puede expresar de varias maneras, desde brindar un salario menor al que recibe el hombre por realizar el mismo trabajo, no tomar en cuenta su opinión por ser mujer o restringir su ascenso y acceso a cargos laborales más altos, los cuales están reservados únicamente para los hombres.
Violencia simbólica: es muy sutil, ya que se encuentra detrás de mensajes que expresan los patrones culturales de subordinación, desigualdad y discriminación contra la mujer. Algunas formas de caballerosidad o frases como “tienes que comportarte y arreglarte como una señorita” son ejemplos de estos estereotipos.
Feminicidio: es el acto más grave de violencia contra la mujer, pues consiste en quitarle la vida por su misma condición de ser mujer. Es común que se dé en relaciones de pareja destructivas como un intento desesperado de controlar o “castigar” a la mujer.
Resulta fundamental conocer estos tipos de violencia y estar atentos a nuestras relaciones cotidianas, pues muchas veces podemos repetir patrones culturales aprendidos que perpetúan este tipo de violencia sin siquiera ser conscientes de ello y del impacto que esto puede tener en nuestras relaciones familiares, de pareja, laborales, con nuestros propios amigos o hasta en las relaciones futuras de nuestros hijos. En ese sentido, lo saludable se encuentra en la posibilidad de reflexionar acerca de nuestras relaciones cotidianas, de defender la equidad y el respeto por la mujer y, en general, el respeto por el ser humano, así como también en reconocer cuándo es necesario contar con la ayuda de otra persona para poder hacer frente y poner fin a una situación de violencia.