Por Carmen Valenzuela
[Aquí] Yacen los restos de alguien / que poseyó la belleza sin la vanidad, / la fuerza sin la insolencia, / la valentía sin la ferocidad, / y todas las virtudes del hombre sin sus vicios. (Lord Byron)
¿Cuando los humanos aceptaremos que no somos superiores a otros seres vivos que habitan el planeta?. No, no por su tecnología, ni las armas ya sean de hierro o biológicas, ni por sus monumentales construcciones o porque tengan aparatos voladores. No necesitan guerras ni vivir más de 100 años para lograr paz y dar seguridad desde el afecto.
Nuestras mascotas, no necesitan complejos instrumentos de defensa, sólo las propias dadas por su naturaleza que las usan exclusivamente para su defensa y sobrevivencia cuando así lo requieren las circunstancias.
No necesitan armas, ni muros para reconocer que los espacios del otro se respetan, exigiendo además el respeto por el espacio de ellos mismos.
No necesitan sofisticados sensores con apps incluidas para percibir algo extraño para ellos como es la enfermedad física o emocional de sus humanos.
Ni hay ataúd, ni hueco que limite su amor y fidelidad. Ignoran a la muerte, porque saben que ausencia física no significa desaparición ni desintegración de un vínculo. Como si bastara sólo el amor de ellos para seguir vivos aunque el cuerpo ya no pueda estar presente.
Los llamamos mascotas. Y es la especie, que a pesar de no merecerlo, nos aman sin ninguna condición.
Circulan largas listas de los beneficios que nos brinda el tenerlos en nuestra vida diaria y cotidiana. Valdría la pena preguntarse ¿cómo mantener ese vínculo lo suficiente para convertirnos en seres más sanos?
La fidelidad: Las mascotas demuestran que la fidelidad está sostenida sobre la lealtad. No te abandonaran por complacer sus deseos. Te eligen, y es hasta que su muerte los separe. No hay terceros, ni cuartos, ni argumentos intrincados ni conflicto existencial, como si lo elaboran los humanos para justificar el abandono y engaño. Entre todas las explicaciones rebuscadas y envolturas el ADN de de la infidelidad es la mentira, y las mascotas, por suerte no tiene esa carga ni por genética.
Confianza: La experiencia de ser querido sin condición de edad, salud, estabilidad económica, permite la experiencia de ser queribles, de sentirse amado por sobre todo y no hay experiencia más sana que saberse amado de forma incondicional. Un humano puede dudar del amor más natural el de su madre. De una mascota no se duda. Tal vez se envidia que por sobretodo no dejarán de amarte.
Maternidad/Paternidad: Las mascotas conectan a los humanos con su capacidad para cuidar, proteger y saber acompañar a un ser en su crecimiento y desarrollo. Al reconocer la fragilidad de nuestras mascotas nos hacemos responsables de su vida y de su cuidado, demostrandonos que sí podemos cuidar de un ser haciéndolo feliz y sano.
Antidepresivo: No hay gesto ni pirueta que no robe la sonrisa al humano más desesperanzado. Es sabido que las mascotas no solo perciben enfermedades sino también estados de ánimo que favorecen otras enfermedades como la ansiedad y depresión.
La ternura, y capacidad de transmitir paz con su sola mirada, conmueve y alivia. No hay compañero más presente y conectado que una mascota acompañando la contemplación del atardecer, como si en ellos estuvieran contenidos todas las sabidurías que los humanos hemos alejado de nuestro diario vivir.
La lista sería larga e interminable como el amor de ellos. Planteo la misma interrogante: ¿Merecemos tanto amor?