Por María Teresa Schoff
Está asustada, tiene rabia, llora sola en el baño, despacito para que no la escuchen, si llora muy fuerte se pueden molestar, pero le duele. Tiene una marca roja en la muñeca y otra en el cachete. Cree que quizá se lo merece, sacarse 13 y esconderlo en su diario estaba mal, pero tenía miedo y no sabía qué hacer. En el momento que su mamá la llamó a su cuarto diciendo su nombre completo ya sabía que algo estaba mal, ¿por qué dejé mi diario en la mochila abierta? Se pregunta. Se siente muy sola, siente que es injusto, que quien debería protegerla le está haciendo daño. María no sabe aún que esta es una de las muchas experiencias que marcaran su adolescencia y que lo que le sucede se llama maltrato infantil.
Su mamá está estresada, actualmente tiene que sostener económicamente su casa porque despidieron a su esposo del trabajo, él la ayuda, pero necesitan mantener a tres hijos. No sabe cómo lidiar con todo eso, los problemas la abruman y cuando se molesta no sabe cómo manejarlo por lo que recurre a los gritos, los golpes o a las cachetadas. Sus papás también la castigaban e incluso le daban a veces con el «san martín», cree que lo que ella hace en comparación no es nada. Clara no entiende aún que lo que a ella le pasó y lo que le está haciendo a sus hijos es doloroso y deja marcas más allá de lo físico.
El maltrato es así, cruza generaciones, se normaliza, se cree que no causará efecto, pero sí lo hace y no debería ser normal. Entonces, ¿qué se entiende por maltrato infantil? La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como “los abusos y la desatención de que son objeto los menores de 18 años, e incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder”.
Ocasiona sufrimiento para los miembros de la familia y puede tener consecuencias a largo plazo, la OMS agrega que causa estrés e incluso puede asociarse a trastornos del desarrollo cerebral temprano. Es así que, como consecuencia, los adultos que han sufrido maltrato en la infancia pueden correr mayor riesgo de sufrir actos de violencia ya sea como víctimas o como perpetradores, depresión, consumo excesivo de tabaco, obesidad, comportamientos sexuales de alto riesgo, embarazos no deseados o consumo indebido de alcohol y drogas.
Finalmente, es importante enfatizar en la dificultad de poner en palabras lo que uno siente y transmitirlo a los hijos de manera más saludable. Así como en la importancia de sanar las propias heridas para poder relacionarse con ellos sin violencia pues el maltrato, en todas sus formas, más que corregir o generar un supuesto respeto, aleja al otro.